Muchos estudiosos de los vampiros no dudan en relacionar a estas criaturas de la noche con personas que sufren una enfermedad de la sangre conocida como porfiria.

Se la conoce con ese nombre debido a que quienes padecen esta enfermedad (o al menos una variedad de ella) poseen una sobreproducción de una molécula llamada porfirina, la cual está directamente asociada a una proteína muy importante de la sangre, la hemoglobina. Estas porfirinas sirven como “molde” para la generación del grupo hemo, que junto con la hemoglobina son los responsables de transportar el oxígeno y darle el típico color rojo a nuestra sangre.

El aumento anormal de las porfirinas en sangre trae consigo una serie de trastornos que nos van a resultar familiares en relación con los vampiros:

La producción del grupo hemo se va a ver afectada, por lo que la sangre transporta menos oxígeno, conduciendo a una anemia. La piel de una persona anémica suele verse de un color pálido, a veces de un tinte levemente azulado (sangre no oxigenada). ¿Les suena?

Foto: Johnny Depp como el vampiro Barnabas Collins en la pélicula “Sombras tenebrosas” del año 2012

A quienes padecían otros tipos de anemias (ya fueran alimenticias o hereditarias, como la talasemia y la anemia falciforme) se los solía señalar como víctimas de los vampiros debido a su aspecto pálido y ojeroso. En muchos casos, tras el fallecimiento de estos enfermos, se los solía enterrar con una estaca clavada en el corazón o con una cabeza de ajo en la boca. No fuera cosa que resucitaran con ganas de morder cuellos.

Muchos de los mitos sobre el “despertar” de los vampiros (y también de los zombis) nacieron en la antigüedad a partir del enterramiento de algunas personas que aun estaban con vida. ¿Y cómo podía suceder semejante barbaridad? Muchas enfermedades del sistema nervioso (como epilepsia, esquizofrenia, mal de Parkinson) y el efecto de algunas drogas (como la cocaína y la ketamina) pueden producir un estado conocido como catalepsia. Suele presentarse como rigidez muscular (al punto de que quien lo padece no pueda moverse), pérdida de estímulos visuales y auditivos y disminución de los signos vitales (latidos y respiración), al punto de casi ser imperceptibles. Muchas veces (y en gran parte a la pobre tecnología médica del pasado) quienes entraban en este estado eran pronunciados muertos por los profesionales de la salud, por lo que eran enterrados aun con vida. Muchos de ellos salieron de ese estado cataléptico para encontrarse encerrados dentro de sus ataúdes, y unos muy pocos pudieron salir. Incluso aquellos que no pudieron escapar, dejaron marcas muy claras de su intento por hacerlo, las cuales solo pudieron ser vistas cuando fueron desenterrados muchos años después, alimentando así los mitos sobre los “muertos vivientes”. Hace poco más de doscientos años, un simple invento permitió detectar los casi imperceptibles signos vitales de los catalépticos. Esa nueva tecnología médica salvadora de vidas fue bautizada como estetoscopio.

Foto: Klaus Kinski como el vampiro Nosferatu, en la película de 1979 “Nosferatu, el vampiro” (arriba).

Peter Cushing como el Doctor Van Helsing, en la película de 1958 “Drácula” (abajo)

Las porfirinas suelen acumularse en la piel y suelen reaccionar con la luz solar, produciendo ampollas y heridas. En la antigüedad, los enfermos de porfiria solo podían salir de noche para evitar ser lastimados por el Sol. ¿Les hace acordar a alguien?

Foto: Leslie Nielsen como el Conde Drácula, en la película “Drácula, muerto pero feliz” de 1995

Las encías de los enfermos de porfiria suelen retraerse, por lo que sus dientes sobresalen más de lo normal, notándose particularmente largos los colmillos ¿Alguna imagen familiar les viene a la mente?

Foto: Christopher Lee como el Conde Drácula, en la película “Drácula” de 1958

Y por último, uno de los componentes volátiles del ajo, el disulfuro de alilo, es capaz de destruir el grupo hemo, empeorando los síntomas de la porfiria. Es por ello que quienes padecen esta enfermedad suelen evitar el ajo.

Foto: Edward Van Sloan, como el Profesor Van Helsing, y Bela Lugosi, como el Conde Drácula, en la película de 1931 “Drácula”